domingo, 26 de junio de 2011

Ambos queríamos llegar a la meta y ambos sabíamos que nos tropezariamos el uno con el otro en mitad de la carrera, pero ese reto era el que nos mantenía vivos. El imposible y el inevitable luchaban día a día en el punto justo en que nuestros labios se rozaban. Era un amor que nunca fue amor, como si estuvieramos tarareando porque no sabíamos cantar aunque en realidad lo que no nos dejaba cantar era el miedo a desentonar. La inevitable atracción que nacía a 2 metros y explotaba a medio centímetro. Nunca estuvimos a tres metros sobre el cielo, preferiamos los placeres terrenales. Nunca fue amor, es cierto, pero los amores empiezan y acaban y los que no pueden llegar a ser, jamás acaban porque siempre queda la esperanza de que algun día sean.

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