Y de un momento a otro te dedicas a echar de menos. Si, solo a echar de menos, pero TODO, echar de menos todo aquello que un día tuviste y todo aquello que hoy por hoy dudas en si todavía lo tienes. Pequeñas cosas, que parecen perderse sin que te des cuenta, conversaciones absurdas que nunca se acababan y que hoy por hoy no saben cómo empezar. Pequeñas grandes cosas, como crear una historia improvisada, una frase tras otra, ninguna con sentido, y qué? Se escapaban sonrisas, para qué más? Nada es más necesario que compartir una sonrisa.
Pequeñas grandes cosas, como que un día no me apetece otra cosa que reír y sé con quién cuento. Pequeñas grandes cosas, como hoy nos inventamos una canción y no pasa nada si es horriblemente arrítmica e incoherente, es nuestra. Pequeñas grandes cosas, como un abrazo, una tarde sin tiempo limitado, cualquier lugar y mil risas. Pequeñas grandes cosas que por muy estúpidas que parezcan, hacen olvidar cualquier preocupación, cualquier problema, y eso las convierte en importantes. Pequeñas cosas que solo entienden quienes las viven.
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